- Qué situación complicada, por el amor de Dios. Nunca estuve en esta posición, y lo que menos me imagine fue que la persona por la que iba a caer TAN bajo ibas a ser vos. Nunca fui segunda, no sé cómo se juega. No me gusta lastimar a la gente y cada vez que pienso que hay otra persona, una mujer, una mina que puede sufrir tanto cómo me tocó sufrir a mí, me dan ganas de llorar. Está bien, yo también me llevo un buen porcentaje de culpas ya que accedí sabiendo cuáles eran las reglas del juego. La verdad es que en el momento en que ella estaba de un lado de la puerta, y yo del otro acostada en tu cama, lo único que tenía ganas de hacer era llorar. Y cuánto más lo pensaba más me comía la cabeza, y más aumentaban mis ganas de salir corriendo. Pero no sabía qué hacer. No sabía si levantarme, agarrar mis cosas e irme inmediatamente de ese lugar o quedarme con vos jugando a la femme fatale y fingiendo que nada de lo que estaba sucediendo en esa habitación era relevante para mi. Obviamente mi grado de cobardia aumento a grandes rasgos, por lo que me quedé acostada, entre esas 4 paredes que conforman tu habitación, en esa cama calentita por la que habrán pasado vaya uno a saber CUÁNTAS minas y junto a una persona que hasta hace 8 días atrás veía, únicamente, cómo un AMIGO. Ah, sí ÉSO. No solamente soy segunda, sino que soy segunda de un AMIGO y cómo si fuera poco, dudo mucho ser la única segunda. Qué patético lo mío, por favor.
miércoles, 6 de octubre de 2010
- Qué situación complicada, por el amor de Dios. Nunca estuve en esta posición, y lo que menos me imagine fue que la persona por la que iba a caer TAN bajo ibas a ser vos. Nunca fui segunda, no sé cómo se juega. No me gusta lastimar a la gente y cada vez que pienso que hay otra persona, una mujer, una mina que puede sufrir tanto cómo me tocó sufrir a mí, me dan ganas de llorar. Está bien, yo también me llevo un buen porcentaje de culpas ya que accedí sabiendo cuáles eran las reglas del juego. La verdad es que en el momento en que ella estaba de un lado de la puerta, y yo del otro acostada en tu cama, lo único que tenía ganas de hacer era llorar. Y cuánto más lo pensaba más me comía la cabeza, y más aumentaban mis ganas de salir corriendo. Pero no sabía qué hacer. No sabía si levantarme, agarrar mis cosas e irme inmediatamente de ese lugar o quedarme con vos jugando a la femme fatale y fingiendo que nada de lo que estaba sucediendo en esa habitación era relevante para mi. Obviamente mi grado de cobardia aumento a grandes rasgos, por lo que me quedé acostada, entre esas 4 paredes que conforman tu habitación, en esa cama calentita por la que habrán pasado vaya uno a saber CUÁNTAS minas y junto a una persona que hasta hace 8 días atrás veía, únicamente, cómo un AMIGO. Ah, sí ÉSO. No solamente soy segunda, sino que soy segunda de un AMIGO y cómo si fuera poco, dudo mucho ser la única segunda. Qué patético lo mío, por favor.
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